Meditación – Martes V de Pascua

Hoy es martes V de Pascua.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 14, 27-31a):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo yo».

Vivir la resurrección en comunidad es: Contar a la Iglesia lo que Dios realiza en vosotros

A Jesús, lo azotan lo crucificaron fuera de la ciudad y cuando fueron los discípulos al sepulcro, Él se había levantado y volvió a manifestarse en la ciudad (cenáculo).

 Lo ocurrido a Pablo es casi un símil de lo ocurrido con Jesús: la tribulación llega a Pablo que apedreado lo arrastran fuera de la ciudad y lo dejan por muerto, pero al llegar los discípulos, él se levantó y volvió a la ciudad. El discípulo sigue el mismo recorrido que el Maestro.

La tribulación no es un obstáculo para que el Evangelio se siga anunciando y con la gracia de Dios la fe se siga propagando.

En la comunidad, unidos a los presbíteros orar, ayunar, encomendarnos al Señor en quien creemos; así la comunidad crece, se da la perseverancia en la fe, llega el ánimo a los discípulos.

Hay que confesar la fe y proclamarla; contar lo que Dios hace por medio de los creyentes.

Quizás hoy, más que nunca necesitamos el testimonio vivo de los creyentes de la comunidad; narrar cómo Dios por medio del testimonio, se abre la puerta de la fe.

La propia comunidad es el testimonio vivo del resucitado.

No dejes que la palabra comunidad sea una palabra vacía en nuestro vivir cristiano.

 

El resucitado nos da: la paz como tarea, la paz como regalo.

«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo».

La paz os dejo como una tarea.

La paz es fruto de una relación en armonía con la naturaleza, con uno mismo, con los demás, con Dios.

Cuando falta la armonía, reina la injusticia, la desigualdad, el egoísmo, la violencia; no puede haber paz.

Por eso tenemos una misión que nos deja Jesús: construir unas relaciones humanas de armonía, de justicia, de igualdad, para que pueda reinar la paz.  Si no hay justicia, no puede haber paz.

También dice Jesús: La paz os doy; es un regalo del Resucitado: para vivir con Dios en una relación de armonía, de bondad, de amor, de vida.

Por eso el saludo de Jesús resucitado es paz.

Esta paz es el fruto de la victoria del amor de Dios sobre el mal, es el fruto del perdón. Es la experiencia de la misericordia de Dios en nuestra vida. La paz que garantiza los bienes mesiánicos de la salvación.

El don de la Paz que Jesús comunica a los discípulos, es expresión del amor del Padre, fuente de gozo. Esa paz no la puede dar el mundo.

Jesús vuelve al Padre; es su última noche antes de morir e invita a edificar paz y gozo y fe.

Pero esta vuelta al padre pasa por la cruz. Cuando llegue la cruz que sigamos creyendo y que comprendamos la cruz como obediencia de Jesús al mandato del amor recibido del Padre.

Construye paz, armonía, justicia, fraternidad alegre, y cuando te llegue la cruz sigue creyendo en el amor de Dios, cree en el mandato grande del amor… y que tu vida comunitaria sea testimonio vivo de Cristo resucitado.

Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.