Comentario – Viernes VI de Pascua

CUERPO DE CRISTO

Hechos 18,9-18. Por primera vez, el cristianismo se encuentra acusado ante un tribunal pagano, el del procónsul Galión, hermano del filósofo Séneca. La cuestión debatida es todo un programa: ¿es el cristianismo una variante del judaísmo o es una religión nueva? Los adversarios de Pablo pretenden que su doctrina es extraña al judaísmo: de este modo, tienen un motivo de acusación, ya que la introducción en el imperio de una religión nueva se consideraba como un gran delito. Menos crítico, el procónsul no es de este parecer: para él, los cristianos no son sino miembros de una secta judía, y por ello gozan de la protección concedida a los judíos. Por eso desestima a los que se quejan. Lucas no deja de subrayar la imparcialidad de la justicia romana; la sombra de Nerón no se perfila aún sobre la Iglesia.

El salmo 46 es un himno. El tema de la conquista de la tierra prometida está relacionado esta vez con el éxito de la misión cristiana.

Juan 16,20-23a. Como la mariposa se libera de la crisálida, como el niño abandona el seno materno, así de laboriosamente nace un mundo nuevo. La Pascua de Jesús, paso de la muerte a la vida, es doloroso. Igual que Jesús debió anonadarse completamente para acceder a la gloria, la Iglesia conoce también períodos de crisis que la hacen crecer por el soplo del Espíritu.

¡Hay que resistir en la prueba! La joven madre que sonríe a su recién nacido ha olvidado los dolores del parto; la hoja no conserva la huella de la paciente eclosión del brote. Cuando la casa está construida, los obreros no sienten ya el cansancio. Lo mismo ocurre con el nacimiento del Reino: cuando esté aquí, los discípulos serán absolutamente felices.

 

«Me voy, y lloraréis; pero os alegraréis». La Iglesia llora a su Amado, que le ha sido arrebatado; pero se alegra de esta marcha, pues así podrá dar testimonio de la grandeza oculta del hombre.

Un hombre de nuestra raza ha «subido» a la casa de Dios. Jesús de Nazaret lleva, en Dios, las aspiraciones y las remoras del hombre. Dios ya no es sólo Padre, Hijo y Espíritu, sino Padre, Jesucristo y Espíritu. La Palabra se ha hecho carne y será eternamente hija de la tierra. Los gustos, las pasiones, los modos de ser y de hablar de Cristo no expresan sólo algo de Dios, son Dios: la vida divina se hace de lo que fue la humanidad de Jesús.

Él se va, y nosotros podemos alegrarnos, porque, a pesar de nuestra pobre humanidad, somos la Iglesia, el cuerpo de Cristo. Y no se da ruptura entre el cuerpo glorioso del Señor, elevado junto a Dios, y el cuerpo terreno de Cristo que vive en la Iglesia.

¡Cuerpo de Cristo, los sacramentos de la Iglesia! Humildes y cotidianos signos, palabras que expresan la fe. Cada vez que un creyente es sumergido en el baño regenerador, se ve arrastrado al maravilloso diálogo en el que el Hijo se abandona al Padre, obteniendo su deleite en hacer su voluntad. Y cada vez que una comunidad parte el pan y comparte la copa, la Iglesia vive del amor que une al Padre y al Hijo en un solo Espíritu.

¡Cuerpo de Cristo, el amor que nos congrega a todos en un solo cuerpo! Nuestros amores, nuestros perdones, nuestros deseos y nuestras penas, todo queda integrado en el único amor que es el nombre de Dios. El cuerpo de Cristo crece de generación en generación, a través de los éxitos y los fracasos, hasta alcanzar la edad adulta en que el amor será la última palabra y la suprema realidad.

¡Cuerpo de Cristo, también, la historia misma de la Iglesia! Historia de los que tienen un nombre; historia de los humildes y los pequeños. Es la historia de Dios, que prosigue incansablemente, y Jesús, nuestro mediador, le da sentido presentándola ante el Padre. En él. Dios so reconoce cada vez. que los hombres comprometen lo mejor de sí mismos conforme a su Palabra.

 

Señor Jesús,
que no se apague tu voz en nuestro corazón
ni se borre tu Amor de nuestra memoria.

Permanece con nosotros,
Palabra surgida de nuestros silencios,
Caridad que colma nuestros deseos:
¡vengan tu Reino y tu Gloria!

 

Te buscamos, Señor…
¿quién nos hablará de ti?

Sólo en ti hallaremos la esperanza,
pues sabemos que tú eres el Amor.

Sólo tú puedes venir aún,
y nosotros te esperamos.

Envíanos tu Espíritu,
y haz que no nos resulte excesivamente dura
la espera de la consumación de tu Reino.

Marcel Bastin
Dios cada día 1 – Cuaresma y Pascua