Todos los días debe ser Pentecostés

1.- Sí, porque el Espíritu siempre está ahí y quiere comunicarse. El Espíritu es Luz y quiere penetrar en nuestras almas, quiere vivir como Huésped dentro de nuestro corazón para inundarnos con su gracia y con su amor. Es fuente de Vida y del mayor consuelo, es tregua, es brisa, es gozo que enjuga nuestras lágrimas y nos reconforta en los duelos. Todos los días debemos invocar al Espíritu, debemos pedirle que no nos falte nunca por dentro, para que nuestra vida no sea una vida vacía y estéril. El Espíritu es para nuestra alma como el sol y el agua para la tierra; si nos falta el Espíritu somos sólo cuerpo, vida mundana, egoísmo, consumismo, materialismo puro y duro. Sin Espíritu, la sociedad se convierte en puro mercado y la vida humana pasa a ser una guerra de todos contra todos y una competición, en la que siempre ganan o los más fuertes, o los más listos, o los más aprovechados. Una sociedad que no esté movida por el Espíritu será siempre una sociedad desigual y radicalmente injusta, en la que no tendrán lugar ni los más pobres, ni los más enfermos, ni los menos afortunados. Una sociedad que no esté movida por el Espíritu será siempre una sociedad antievangélica y anticristiana. Los discípulos de Jesús debemos levantarnos cada día invocando al Espíritu, al Espíritu del Resucitado, y abriéndole las puertas y las ventanas de nuestra alma para que nos llene de su luz y de su fuerza. Para que podamos así vivir siempre en un Pentecostés inacabado. ¡Ven Espíritu Santo, llena nuestros corazones, enciende en nuestras almas el fuego de tu amor y renueva la faz de la tierra!

2.- Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar cada uno en la lengua que el Espíritu les sugería. La lengua del Espíritu es siempre la bondad, la justicia misericordiosa, la verdad, el amor. Es un lenguaje fácilmente inteligible para todos los que nos ven y nos escuchan. No hace falta estudiar idiomas, ni hacer carreras, para hablar la lengua del Espíritu. Hace falta estar lleno de espíritu, de Espíritu Santo. Esto es siempre una gracia, un don que se ofrece siempre, generoso, a todo el que lo pide con humildad y amor. Nadie da lo que no tiene; si no estamos habitados por el Espíritu no podemos hablar la lengua del Espíritu. En nuestra sociedad faltan personas llenas de espíritu, de Espíritu Santo; la mayor parte de nosotros somos simples charlatanes, vendedores de palabras sin Espíritu. ¡Así nos va! No vivimos en un mundo de hermanos. Hablando en general, se puede afirmar que en la calle, en los medios de comunicación, en el lenguaje intrafamiliar, en la política y en el comercio, se oyen siempre palabras interesadas, lengua de tratantes, mercaderes o vendedores de burra. Hay, gracias a Dios, personas distintas, lenguas distintas, pero son minoría. No vivimos en el mejor de los mundos posibles.

3.- Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu. Lo importante es que cada uno de nosotros, desde nuestra realidad personal, pongamos Espíritu en todo lo que pensamos, hacemos y decimos. No siempre nos va a resultar fácil, pero es necesario que lo intentemos cada día. Jesús de Nazaret vivió siempre habitado plenamente por el Espíritu y este mismo Espíritu es el que quiere llenar ahora nuestro pobre y muy limitado corazón. Dejémonos llenar por el Espíritu del Resucitado y pongamos todo lo que somos y tenemos al servicio del Espíritu, para que, en cada uno de nosotros, el Espíritu se manifieste para el bien común. Si estamos llenos del Espíritu de Jesús seremos personas fuertes, en medio de nuestra debilidad, y repartiremos, paz, amor y perdón en un mundo lleno de egoísmos y de amenazas paralizantes. Que en este día de Pentecostés, y siempre, el Espíritu exhale su aliento sobre cada uno de nosotros y nos diga: ¡RECIBID EL ESPÍRITU SANTO!

Gabriel González del Estal