Domingo XXIX Tiempo Ordinario

Hoy es domingo, 20 de octubre.

En este fin de semana quiero hacer una pausa. Un momento de silencio en tu presencia, Señor. Quiero escuchar tu palabra y que sea luz en mi camino, guía para mis pasos, estímulo para mis búsquedas. Hago silencio y me dispongo  a este encuentro. Me hago consciente de que tú estás aquí, conmigo, y  también me hago consciente con los ruidos que traigo, las preocupaciones, los nombres que vienen conmigo. Pongo todo en tu presencia y me dispongo para un rato de encuentro.

La lectura de hoy es de la segunda carta de Pablo a Timoteo (2Tim 3, 14–4,2):

Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

Hoy me siento como Timoteo, a quien Pablo alecciona. También a mí se me invita a buscar en la Sagrada Escritura unas sabiduría diferente. No la sabiduría de los títulos académicos, la de los diplomas, la de la ciencia, la inteligencia o el ingenio. Es más bien, la sabiduría de quien encuentra respuestas en Cristo.

La escritura es escuela de justicia. Una justicia diferente. Tu justicia, Señor que tiene tanto de misericordia, de comprensión, de bondad con todos y para todos. Te pido que me ayudes a comprender y vivir según tu justicia.

También a mí hoy me exhortas y me dices: proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprende, exhorta. Me pregunto quiénes serán las personas que, en mi camino, estén esperando que yo sea palabra viva para ellos.

Imagino ahora que atravesando el tiempo y viniendo a mi realidad cotidiana, Pablo me habla a mí. Yo como Timoteo, puedo ser apóstol, anunciar una buena noticia y como Timoteo, como los apóstoles y como tantos hombres y mujeres después de ellos, sé que tengo mucho que aprender.

A tiempo

A tiempo y a destiempo,
en cualquier lugar,
a cualquier hora,
con el viento de espalda
o un huracán a la contra;
alegre o afligido,
sereno o exaltado,
descansado o exhausto,
lleva el Amor por bandera.
No cejes en el intento
de compartir la justicia.

No acomodes la Palabra
en nombre de la prudencia,
no adulteres la esperanza,
proclama la Vida plena
de quien con su voz nos llama
y con su historia nos llena.

No niegues que eres apóstol,
no olvides que eres profeta,
portador de una noticia
que ha de atravesar la guerra,
que ha de romper las paredes
y ha de fecundar la tierra.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

Termino este momento de oración. Hablo con el Señor de lo que he podido sentir en este rato. Ante esa invitación a ser apóstol. Convierto mi eco en petición, en ofrecimiento o en acción de gracias. Pongo mi vida en sus manos para que él pueda hacer de mi palabra instrumento de su evangelio. Que esta oración te pueda acompañar a lo largo de la semana, repitiendo en tu interior, una y otra vez, esa llamada: A tiempo y a destiempo proclama la Palabra…; A tiempo y a destiempo proclama la Palabra…