Nadie sin futuro

1.- Según la encíclica «Ecclesia de Eucharistia» el sacramento eucarístico es verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como alimento y al cual nosotros somos invitados. Nos dice Jesús: «Tomad, esto es mi cuerpo». No se trata, por tanto, de un alimento metafórico, sino que reafirma que «mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida». Se ha destacado mucho el carácter sacrificial de la Eucaristía como sacramento de la Nueva Alianza y también el hecho de que es «memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo», pero quizá no nos hemos dado cuenta de que también es un banquete, una fiesta de comunión de hermanos. No puede haber Comunión si no hay «común-unión» de vida. ¿Vivimos la Eucaristía como una fiesta en la que celebramos el amor de Dios y la unión entre todos nosotros? Si nos situamos alejados unos de otros, distantes, es muy difícil subrayar la comunión. Me imagino que en la Ultima Cena todos estaban alrededor de la misma mesa. Si estamos tristes o enfrentados entre nosotros tampoco será posible celebrar el amor de Dios. En la Ultima Cena Jesús nos dio el nuevo mandamiento del amor y se puso a lavar los pies de sus discípulos.

2.- No celebramos adecuadamente la Eucaristía si no tenemos los sentimientos que tuvo Jesús, si no intentamos entregarnos y amarnos como El nos ama. La fracción del pan -nombre con el que los primeros cristianos designaban a la Eucaristía- refleja perfectamente lo que Jesús quiso mostrarnos al partirse y repartirse por nosotros. La Eucaristía da impulso a nuestro camino histórico, estimulando nuestro sentido de responsabilidad respecto a la tierra presente en orden a edificar un mundo habitable y «plenamente conforme al designio de Dios». No me resisto a citar las palabras de San Juan Crisóstomo: «¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo encuentres desnudo en los pobres, ni lo honres aquí en el templo con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: «esto es mi cuerpo», y con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: «Tuve hambre y me distéis de comer», y más adelante: «Siempre que dejasteis de hacerlo a unos de estos pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer». ¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo». El mismo apóstol Pablo califica de «indigno» recibir el cuerpo de Cristo si hay división en su seno o indiferencia hacia los pobres.

3. – La Eucaristía también recibe el nombre de «misa», es decir «misión» aludiendo a las palabras que el sacerdote pronunciaba al final. Dios nos encomienda vivir lo que hemos celebrado. Por eso la Eucaristía celebra la vida y nos da fuerza para la vida. Cuando el sacerdote nos dice ahora «Podéis ir en paz» nos está enviando al mundo. Es como si Jesús nos dijera: «Tomad, comed y vivid el amor». Es esta la segunda procesión del Corpus, la que emprendemos cada día hacia la calle, hacia el trabajo o hacia la escuela como mensajeros del amor de Dios. Hoy y siempre que celebramos la Eucaristía es «Día de caridad». La celebración de la Eucaristía nos compromete a trabajar para que nadie se quede sin futuro. Construyamos un presente común, adorando a Cristo en el Santísimo Sacramento del altar y amando al hermano que está a nuestro lado.

José María Martín OSA