(Mt 5, 38-42)
Este texto nos presenta las mayores exigencias del evangelio, que tienen que ver con nuestra relación con los hermanos. De hecho, después de presentarnos estas exigencias, Jesús pide que seamos perfectos «como es perfecto el Padre celestial» (v. 48).
Así nos indica que estas exigencias marcan un camino de perfección, son un ideal que nunca alcanzamos del todo, como no podemos alcanzar la perfección del Padre, aunque intentemos imitarla lejanamente en nuestras acciones.
Jesús quiere completar el «ojo por ojo, diente por diente» que enseñaba el Antiguo Testamento (Éx 21, 24), porque en realidad con esa expresión se había querido limitar la costumbre de vengarse con creces que existía en el mundo antiguo. Es decir, se le pedía a alguien a quien se le había quitado un ojo, que no reaccionara asesinando a la esposa y a los hijos del que lo había agredido.
Lo que hace Jesús es profundizar ese paso que había dado el Antiguo Testamento y pide que ni siquiera se acuda a la venganza, que ni siquiera se acuda a la violencia para cobrarse el ojo perdido, sino que seamos capaces de reaccionar ante el mal con una respuesta generosa. No sólo nos pide que no entremos en la misma dinámica del que actúa con odio, sino que además mostremos al que nos ofendió el comportamiento opuesto, que ofrezcamos al mundo el testimonio de otra manera de actuar.
Pero eso no significa que no se pongan límites a los que actúan mal, que no se procure erradicar los malos ejemplos que dañan a la comunidad, ya que en el mismo evangelio de Mateo aparece la posibilidad de sancionar con dureza al que obra mal cuando es necesario hacerlo (Mt 18, 15-17).
Oración:
«Padre Dios, rico en misericordia, infunde en mí tu Espíritu Santo para que ya no reaccione de manera puramente humana, sino que ponga amor donde hay odio, ponga perdón donde hay ofensas. Ayúdame a reaccionar amando, como Jesús».
VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día