Comentario – Martes III de Tiempo Ordinario

Mc 3, 31-35

Marcos, después del altercado con los escribas «venidos de Jerusalén», reemprende el relato comenzado en el versículo 21 y que leímos el sábado último: «su familia vino para llevárselo, pues afirmaban: «Está fuera de sí.» 

Jesús entra en una casa, y la muchedumbre acude.

La «muchedumbre» está siempre ahí. 

Vinieron su madre y sus hermanos, y desde fuera le mandaron llamar. 

Su madre es María. La conocemos bien. Por Lucas y Mateo sabemos qué actitud ejemplar de Fe, de búsqueda espiritual ha tenido siempre a lo largo de todos los acontecimientos y circunstancias de la infancia de Jesús. 

Pero tratemos de ponernos, momentáneamente, en la actitud de los primeros lectores de Marcos, que no tenían aún los evangelios de Lucas ni de Mateo. Procuremos olvidar lo que sabemos por los otros evangelios. Es la primera vez que oímos hablar de ¡»su madre»! Es el primer pasaje de Marcos que evoca a María. ¡Y es para decirnos «esto» de ella! 

Verdaderamente ¡el evangelista no busca adornar su narración! Si su relato saliera de su imaginación, de su admiración, no hubiera escrito esto. Autenticidad algo áspera del evangelio según San Marcos. Son cosas difíciles de decir y que no se inventan. ¡La familia de Jesús no comprende! Y quiere recuperarlo. 

«Ahí fuera están tu madre y tus hermanos que te buscan.» Jesús les respondió: «¿Quién es mi madre? y ¿quién son mis hermanos?»

El verdadero parentesco de Jesús no es lo que se piensa ni lo que aparenta. Para Jesús los lazos de la sangre, los lazos familiares, los lazos sociales no son lo primero, son indispensables y reales, pero no es lícito encerrarse en ellos.

¡Su familia no lo comprende! Pero su pueblo, ¡tampoco! Su medio social más natural, Nazaret, será el que más lo rechazará (Mc 6, 1-6). 

Y echando una mirada sobre los que estaban sentados en derredor suyo… 

Marcos utiliza a menudo esta fórmula: la mirada de Jesús. 

Trataré de imaginar esa mirada… y de rezar a partir de ella. 

Dijo: «He aquí mi madre y mis hermanos. Quien hiciere la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.» He aquí un «sumergirse» absolutamente sorprendente en el corazón de Jesús. 

Tiene un corazón universal… grande como el mundo: abierto a toda la humanidad. Se siente hermano de todo aquel que «hace la voluntad de Dios». Esta familia es amplia y grande. ¡No! No se le encerrará en su familia humana inmediata. 

¡El replegarse en sí mismo es contrario, al modo de ser de Jesús! Las únicas fronteras de su familia son el horizonte del mundo entero. 

¿Todo hombre es mi hermano, mi hermana, mi madre, también para mí? La fidelidad a la «voluntad del Padre» ¿es lo primero para mí? Por esta razón, ¡María es doblemente su madre! La verdadera grandeza de su madre, no es haberle dado su sangre, sino el hecho de ser «la humilde esclava de Dios», como nos lo enseñará Lucas cuando escribirá su evangelio, algunos años después. Pero esto nos lo ha dicho ya Marcos, aquí de un modo enigmático.

Señor, ayúdanos a vivir nuestros lazos familiares como un primer aprendizaje y un primer lazo de amor… sin encerrarnos en círculo alguno. 

Noel Quesson
Evangelios 1

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