Comentario – Martes XIX de Tiempo Ordinario

Mt 15, 10-14

Según el plan de Mateo, entraremos hoy en el cuarto gran discurso de Jesús; Mateo ha reagrupado en él unas enseñanzas, todas ellas versan alrededor del tema de la «vida comunitaria».

Los apóstoles preguntan a Jesús: «¿Quién es más grande en el Reino de Dios?» Jesús llamó a un niño, lo puso en medio y contestó: «Si no cambiáis y os hacéis como estos niños, no entraréis en el Reino de Dios. Cualquiera que se haga tan «pequeño» como este chiquillo, ése es el más «grande»…

Es la primera regla de vida comunitaria: cuidar de los más pequeños… hacerse uno mismo pequeño… Hay que tratar de imaginarse bien esa escena: en medio de la asamblea de esos doce hombres graves y adultos tomándose muy en serio, y haciendo una pregunta a Jesús, sobre las «prelaciones» a respetar, y ¡as «jerarquías» a establecer.

-«¿Quién es el más grande?»-Jesús llama a un chicuelo de la calle y ¡ lo lanza, algo asustado, en medio de esos grandes personajes! «Haceos como él.»

¡Qué cambio total! Cada uno de nosotros, según su temperamento, puede meditar sobre esta primera consigna: «haceos como niños.»

Lozanía, belleza, inocencia del niño… ¿por qué no? Pero el ápice del pensamiento de Jesús gira hacia otro aspecto: «grande» y «pequeño». Así lo esencial» para Jesús, parece ser el permanecer dependientes, no dárselas de listo, ni de grandes personas; el niño no puede vivir solo, no se basta a sí mismo, necesita sentirse amado, todo lo espera de su madre.

Y el que acoge a un chiquillo como éste por causa mía, me acoge a mí.

Toda la gran doctrina del Cuerpo Místico, que desarrollará San Pablo, está ya en germen en esta sencilla fórmula. Todo lo que se hace por el menor, por el más pequeño, es a Cristo a quien se hace.

¡El que toca a un niño, toca a Jesús! San Pablo descubrirá esto en el camino de Damasco: «¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues!»

Esta es la base -y ¡cuan profunda! de toda vida comunitaria: el respeto a todo hombre, en especial a los más débiles. ¡Cuan lejos estamos de esto, muchas veces!

Cuidado con mostrar desprecio a un pequeño de ésos, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.

Tampoco importan a los ojos de los hombres… aquellos a quienes se considera como insignificantes… pero tienen un peso infinito ante Dios. ¿Cómo podríamos no darles importancia, olvidar su existencia?

A ver , ¿qué os parece?

Procedimiento de libre discusión. De ese modo dialogaba Jesús. Que cada uno pueda exponer su parecer.

Suponed que un hombre tiene cien ovejas y que una se le extravía; ¿no deja las noventa y nueve en el monte para ir en busca de la extraviada?

Esta es también una regla esencial de la vida «en la Iglesia» . Los fariseos eran unos «separados», y juzgaban severamente a los pecadores, a los caídos en alguna falta… los cuales eran excluidos de las comidas sagradas, como enemigos de Dios. Ahora bien, precisamente, Dios actúa completamente al revés: ni siquiera espera el arrepentimiento del pecador para amarle, ¡antes bien abandona todo lo restante para ir en su búsqueda!

Pues lo mismo es voluntad de vuestro Padre del cielo que no se pierda ni uno de esos «pequeños».
En nuestras comunidades ¿qué se hace por esos «pequeños», por esos débiles, por esos pecadores amados de Dios? ¿y por los que Jesús está dispuesto a ir hasta el final? Lo dice hoy. Pronto derramará su sangre por ellos.

Noel Quesson
Evangelios 1