Homilía – Miércoles VII de Tiempo Ordinario

Dos caminos

En la primera lectura de hoy el apóstol Santiago toma una frase que fácilmente sería suscrita por mucha gente. Refiriéndose a la transitoriedad de la existencia humana escribe: «¿Qué es vuestra vida? Una nube que aparece un momento y en seguida desaparece…» Mucha gente siente eso. Sienten que sus vidas son dolorosamente efímeras y contingentes. Algunos o muchos de ellos sacan la conclusión de que su existencia es de poco o ningún valor.

Quedan dos caminos: uno puede decir que la vida es breve y frágil, y de ahí deducir que «es una pasión inútil,» como escribieron los existencialistas ateos del siglo XX; o uno puede decir que la vida es frágil y breve y que por eso la mayor prueba de amor es que el Dios que es eterno y fuerte se haya ocupado de nosotros. Una cosa es constatar que uno es pequeño y otra creer que pequeñez quiere decir insignificancia.

Los pequeños descubren la Providencia

Yo por lo menos no he visto a ningún bebé desesperado por su pequeñez, ya se hable de su reducido tamaño, cortedad de fuerzas, escasez de conocimientos o mínima experiencia de la vida. Los bebés no se desesperan porque saben de quién lo esperan todo.

En la misma línea va la actitud que un cristiano obediente a la enseñanza del apóstol Santiago ha de tomar. La clave al decir: «Si Dios quiere» es estar uno interiormente seguro que coincidir con la voluntad del que más me ama es lo mejor que me puede pasar.

¿Dos frases que se contradicen?

El evangelio de hoy nos habla de un caso que debe resultar familiar a los discípulos de Cristo hoy: unos, que se sienten más cercanos al Señor, están airados contra otro grupo que usa el Nombre de Cristo pero no está tan cerca del primer grupo. La respuesta de Cristo ante este hecho es conciliadora: «El que no está contra nosotros está a favor nuestro» (Marcos 9,40). Hay en cambio otra frase del Señor que parece ir en la dirección contraria: «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama» (Mateo 12,30). ¿Al fin en qué quedamos?

Si esas frases uno las quisiera aplicar como un observador neutral, externo y aséptico, no podría sino concluir que se contradicen flagrantemente. La primera parece decir: «Mientras no nos ataquen, llamémoslos amigos.» La segunda, en cambio: «Si no se dicen aliados, hay que considerarlos enemigos.» Pero el punto es precisamente que lo que importa no es lo que ellos digan sino lo que sean. Y en términos de lo que uno es las frases no se contradicen: o estás con Cristo o estás contra Cristo.

Fr. Nelson Medina, OP