No se trata de completar un puzzle

1.- Cada uno cuenta de la feria según la va. Y yo digo que, poco después de lo que yo considera mi conversión, allá por 1990, unos momentos densos de meditación sobre la Santísima Trinidad se terminaron con una idea –creo que inspirada de fuera de mí—sobre que para Dios era todo posible y que la posibilidad de la existencia de un Dios Trino y Único no tenía dificultad alguna. Y me llené de paz. No se, ciertamente, si es la expresión de los que se llama la “fe del carbonero” –que por cierto no me gusta—o, simplemente, que al pensar en la grandeza infinita de Dios todo se hace posible. 

Luego pasó el tiempo y se me ocurrió que la imagen podría ser como la de un artilugio espacial –esto ya lo he escrito otras veces e, incluso se lo comuniqué al Padre Leoz—que tiene una nave principal y luego un módulo que es el que aterriza en el planeta elegido y, por supuesto, un canal de comunicaciones que une a todo el conglomerado. La nave principal es Dios Padre, el modulo de aterrizaje es Dios Hijo y el canal de comunicaciones – el sistema de unión entre todos—es Dios Espíritu Santo. Así se podría entender mejor. Pero tanto da. El poder infinito de Dios hace posible que el Único sea Trino y el Trino, Único. E, incluso, me parece excesiva la preocupación multisecular del género humano para descubrir las claves de esa realidad divina. 

Pero siguió pasando el tiempo y encontré cuestiones más hondas y más bellas. Nuestro Dios no es un Dios solitario y lejano. Dios es amor y el amor le hace no estar solo para poderlo ejercitar íntimamente. Me gusta el concepto de Dios-Familia. Me gusta la idea de que sea el Espíritu –el canal de comunicaciones—quien trasmita y da paso al amor en todas las frecuencias posibles.

Yo, a mi modo, había resuelto el problema. Y me parece muy bien. Pero creo que hay un concepto más general, más totalizador e, incluso, más duro. Y que no es otro que si creemos en Dios o no creemos. A partir de creer en Dios todo es mucho más fácil. Todo es posible.

2.- El Domingo de la Trinidad es el primero del Tiempo Ordinario. Volvemos a ese camino largo y precioso en la meditación sinóptica sobre la vida de Jesús alcanza una estable velocidad de crucero. Y es posible que, tras unas celebraciones tan “enormes”, como las que hemos vivido en la Semana Santa, en la Pascua, hemos de pasar el fielato –la frontera—hacia el tiempo ordinario, especialmente inspirados. Y las festividades, de la Trinidad, de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, o el Corpus Christi nos ayudas a ello. La liturgia es muy sabia y nos ayuda mucho a seguir caminando por la realidad de nuestra fe. Es como un curso permanente que nos va preparando para vivir con Jesús y para seguir su enseñanza. La misa es la gran oración y de la Iglesia y si fuéramos capaces de vivirla con toda la intensidad de sus contenidos, tal vez no necesitáramos de más devociones. Es cierto, de todos modos, que hay muchas personas que preparan previamente la celebración de la Eucaristía y, luego, siguen meditando en lo que han oído y vivido. Y les va bien. Pero, bueno, cada uno construye la realidad de su cercanía como mejor la parece, o mejor le resulta, todos los caminos llevan a Roma y todas las fórmulas de oración conducen a Dios.

3.- La fiesta que hoy conmemoramos, la de la Santísima Trinidad, es de devoción antigua, desde el siglo X. La fiesta como tal comenzó a figurar en el calendario romano en 1331, aunque la fórmula trinitaria de “en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” está presente desde los albores del cristianismo. Es el Evangelio de Juan que se ha proclamado hoy donde Jesús les encarga que vayan a todos los pueblos a hacer discípulos, bautizándolos en nombre “en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Y dentro de la devoción por la Trinidad aparece la Iglesia hispánica del siglo, que con los concilios de Toledo expresan esa realidad. Hoy todavía en nuestra liturgia prevalecen frases de aquellos tiempos y de aquellos concilios.

4.- La mejor forma de abrirse a la reflexión sobre la Trinidad es no buscar, sino esperar. No se trata de completar un puzzle sobre esta cuestión, se trata de entender que nuestro Dios no es solitario y que vive en Familia. El amor está siempre presente en esa relación familiar entre el Padre, e Hijo y el Espíritu Santo y desde ese amor –que vive en nosotros por la gracia del Espíritu Santo, todo se puede alcanzar. Es otra gran jornada en la que liturgia nos sugiere sobre todo ese amor que da fuerza para seguir viviendo en sintonía total con Dios y con los hermanos.

Ángel Gómez Escorial