Comentario – Viernes VII de Tiempo Ordinario

MÁS ALLÁ DE LA LEY: EL AMOR 

Santiago 5, 9-12. Después de su amenaza a los ricos, el autor hace algunas recomendaciones a sus «hermanos». ¿Cómo hemos de comportarnos se preguntamientras esperamos el regreso del Señor? En primer lugar, Santiago exhorta reiteradamente a practicar la virtud de la paciencia (símil del labrador: v. 7); después expresa su deseo de que los cristianos cesen de murmurar y de quejarse los unos de los otros.

El autor fundamenta su exhortación a la paciencia con dos ejemplos, el de los profetas y el de Job. Aunque los profetas hablaron en nombre de Dios, su vocación no les ahorró los sufrimientos, como tampoco éstos les impidieron permanecer fieles a Dios. En cuanto a Job, ¿no le restituyó Dios sus bienes? Hay, pues, una promesa de salvación para todos los que sufren.

El último versículo de este pasaje no deja de causar extrañeza. Denuncia el uso abusivo que los judíos, y después de ellos los cristianos, hacían del juramento. En efecto, después del destierro, los judíos se habían habituado a hacer juramentos cada dos por tres. Los cristianos no deben imitarles: su sí ha de ser un sí, y su no un no.

El salmo 102 puede ser incluido entre los himnos de carácter individual. Dice cómo Dios es tierno y amoroso y no se acuerda de los pecados del hombre, sino que lo destina a la vida.

Marcos 10,1-12. Cfr.p. 137.


El hombre y la mujer eran una sola cosa. En los días de la creación, Dios había llevado ante el hombre a la mujer que el mismo Dios había formado de la costilla de Adán, que al verla exclamó: «Es hueso de mis huesos y carne de mi carne». El hombre según el corazón de Dios no puede por menos de amar de manera total y libre. Hombre y mujer juntos formaban uno solo.

Pero el hombre había quebrantado la Alianza. Su corazón se había rebelado; y aprendió lo que son la imperfección y la limitación. El amor fue como un manantial enturbiado; todavía fluía el agua vivificadora, pero oscurecida por las infidelidades y las inconstancias. «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?». Harto de luchar, Moisés había legislado sobre el tema, y los rabinos habían multiplicado las leyes posibles. El amor mismo se convirtió en un prudente equilibrio entre lo permitido y lo prohibido.

Le preguntan a Jesús qué piensa él acerca de la indisolubilidad del matrimonio. No discute, desconoce las sutilezas retorcidas y las discusiones enmarañadas. Porque en él, nuevo Adán, el hombre aprende a amar como en los días primeros. Sí, en el corazón de este hombre, entregado por completo a los demás, que ignora lo permitido y lo prohibido, que sólo escucha la voz interior para ir hacia los excluidos y los perdidos, en el corazón de este profeta que se entrega a cuantos desean volver a empezar, el hombre aprende de nuevo los ademanes de la vida. Éramos infieles, y volvimos a encontrar el camino de la ternura; estábamos prostituidos, y descubrimos de nuevo la alegría de la casa paterna. «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Que el hombre recobre su hermosura original.

— Con los jóvenes que descubren asombrados
su capacidad de amar,

te rogamos:
danos el entusiasmo de los enamorados
cuando aprendemos a conocerte.

—Con los esposos que día tras día
inventan su amor
compartiendo las alegrías y las penas,
te rogamos:
concédenos ser fieles a la palabra
que te hemos dado.

—Con los esposos
que no han sabido retenerse el uno al otro,
te rogamos:
haz que sepamos volver a ti,
que no te cansas de esperarnos.

—Con los esposos ancianos
que no tienen ya necesidad de palabras
para vivir amándose,
te pedimos:
concédenos vivir contigo

con el gozo de tu palabra aceptada.

Dios de ternura y de misericordia,
que no te cansas de atraer

el corazón del que te ha sido infiel
y nos conduces al desierto
para recobrar la juventud de nuestro amor,
te pedimos
que vuelvas a decirnos tu palabra de ternura,
Jesucristo nuestro Salvador.

Marcel Bastin
Dios cada día 3 – Tiempo Ordinario