Comentario al evangelio de hoy (26 de enero)

Timoteo y Tito fueron discípulos predilectos de Pablo,  que escribió dos cartas a Timoteo y una a Tito. Timoteo fue Obispo de Éfeso y Tito de Creta. Hoy leemos un fragmento entrañable, lleno de cariño, que revela los sentimientos de Pablo hacia la familia de Timoteo: “tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo de noche y de día”.

Lucas nos habla de una misión bien numerosa de discípulos. Él sabe que la misión universal no empezará hasta después de la Pascua, pero ya en vida de Jesús hay como un primer ensayo de la tarea que les va a encomendar.

El texto del evangelio nos muestra cómo es el Señor el que elige y el que envía. En la cifra 72 se acentúa la universalidad de los mensajeros y del mensaje que debe llegar a las setenta y dos  naciones entonces conocidas. En este número elevado de evangelizadores se subraya la universalidad de la vocación y del anuncio que deben transmitir.

El Señor designa y el Señor envía. Y es la fuerza de la Palabra que transmiten sus enviados la que transforma los corazones y suscita nuevas comunidades.

Y los envía de dos en dos para que su testimonio tenga el valor jurídico que pedía la ley judía y para que sean como el primer núcleo de las comunidades que van a nacer gracias a la Palabra que proclaman.

El rechazo de Jesús y de sus enviados tendrá consecuencias irreparables.

Los misioneros y misioneras del reino de Dios no surgen de largas y complicadas carreras y métodos de selección. Surgen de una seducción misteriosa que Jesús, el Señor, ejerce en los hombres y mujeres que escuchan su Palabra.

Cada vez que leo estos relatos me admiro de la rapidez  con que el mensaje de Jesús se extendió por todas las naciones entonces conocidas y la infinidad de pequeñas comunidades que se organizaron por todas partes. ¡Qué hubiera sido en esta época de la globalización!

Carlos Latorre, cmf

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