Vísperas – 29 de noviembre

VÍSPERAS

JUEVES, XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Oración de la tarde

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

 

HIMNO

 

Tras el temblor opaco de las lágrimas,

no estoy yo solo.

Tras el profundo velo de mi sangre,

no estoy yo solo.

 

Tras la primera música del día,

no estoy yo solo.

Tras la postrera luz de las montañas,

no estoy yo solo.

 

Tras el estéril gozo de las horas,

no estoy yo solo.

Tras el augurio helado del espejo,

no estoy yo solo.

 

No estoy yo solo; me acompaña, en vela,

la pura eternidad de cuanto amo.

Vivimos junto a Dios eternamente.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

SALMODIA

 

Ant. 1. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

 

Salmo 71 (I)

 

Dios mío, confía tu juicio al rey,

tu justicia al hijo de reyes,

para que rijas a tu pueblo con justicia,

a tus humildes con rectitud.

 

Que los montes traigan paz,

y los collados justicia;

que él defienda a los humildes del pueblo,

socorra a los hijos del pobre

y quebrante al explotador.

 

Que dure tanto como el sol,

como la luna, de edad en edad;

que baje como lluvia al césped,

como llovizna que empapa la tierra.

 

Que en sus días florezca la justicia

y la paz hasta que falte la luna.

 

Que domine de mar a mar,

del Gran Río hasta el confín de la tierra.

 

Que en su presencia se inclinen sus rivales;

que sus enemigos muerdan el polvo;

que los reyes de Tarsis y de las islas

le paguen tributo.

 

Que los reyes de Saba y Arabia

le ofrezcan sus dones,

que se postren ante él todos los reyes,

y que todos los pueblos le sirvan.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

Ant. 1. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

 

 

Ant. 2. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.

 

Salmo 71 (II)

 

Él librará al pobre que clamaba,

al afligido que no tenía protector;

él se apiadará del pobre y del indigente,

y salvará la vida de los pobres;

 

Él rescatará sus vidas de la violencia,

su sangre será preciosa a sus ojos.

 

Que viva y que le traigan el oro de Saba;

él intercederá por el pobre

y lo bendecirá.

 

Que haya trigo abundante en los campos,

y ondee en lo alto de los montes,

den fruto como el Líbano,

y broten las espigas como

las hierbas del campo.

 

Que su nombre sea eterno,

y su fama como el sol;

que él sea la bendición de todos los pueblos,

y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

el único que hace maravillas;

bendito por siempre su nombre glorioso,

que su gloria llene la tierra.

¡Amén, amén!

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 2. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.

 

 

Ant. 3. Ahora se estableció el poderío y el reinado de nuestro Dios

 

Cántico: Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a

 

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,

el que eres y el que eras,

porque has asumido el gran poder

y comenzaste a reinar.

 

Se encolerizaron las naciones,

llegó tu cólera,

y el tiempo de que fueran juzgados los muertos

y de dar el galardón a tus siervos los profetas,

y a los santos y a los que temen tu nombre,

pequeños y a los grandes,

y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

 

Ahora se estableció el poderío,

y el reinado de nuestro Dios,

y la potestad de su Cristo;

porque fue precipitado

el acusador de nuestros hermanos,

el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

 

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero

y por las palabras del testimonio que dieron,

y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.

Por esto, estad alegre, cielos,

y los que moráis en sus tiendas.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 3. Ahora se estableció el poderío y el reinado de nuestro Dios

 

 

LECTURA BREVE           1P 1, 22-23

 

Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente. Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal, sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera.

 

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. El Señor es mi pastor, nada me falta.

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

 

V. En verdes praderas me hace recostar.

R. Nada me falta.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

 

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. A los hambrientos de justicia, el Señor los sacia y colma de bienes.

 

Cántico de María. Lc 1, 46-55

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

 

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

 

El hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

 

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de su misericordia

-como lo había prometido a nuestros padres-

en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. A los hambrientos de justicia, el Señor los sacia y colma de bienes.

 

 

PRECES

 

Elevemos nuestros corazones agradecidos a nuestro Dios y Salvador, que ha bendecido a su pueblo con toda clase de bienes espirituales, y digámosle con fe:

Bendice a tu pueblo, Señor.

 

Dios todopoderoso y lleno de misericordia, protege al papa y a nuestro obispo,

— a los que tú mismo has elegido para guiar a la Iglesia.

 

Protege, Señor, nuestros pueblos y ciudades

— y aleja de ellos todo mal.

 

Multiplica, como renuevos de olivo alrededor de tu mesa, hijos que se consagren a tu reino,

— siguiendo a Jesucristo en pobreza, castidad y obediencia.

 

Conserva el propósito de las que han consagrado a ti su virginidad,

— para que sigan al Cordero divino adondequiera que vaya.

 

Haz que los difuntos descansen en tu paz eterna

— y que se afiance nuestra unión con ellos por la comunión de los santos.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

 

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, acudamos confiadamente a nuestro Padre:

 

Padre nuestro…

 

 

ORACIÓN

 

Al ofrecerte, Señor, nuestra alabanza vespertina, te pedimos humildemente que, meditando tu ley día y noche, consigamos un día la luz y el premio de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

Comentario al evangelio de hoy (29 de noviembre)

Juan pide gritar a pleno pulmón junto a la muchedumbre que canta: «Aleluya, la victoria, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios». Para cantar es preciso tener el corazón reconciliado y en armonía con todo lo creado. Hay dos formas de vivir, pero sólo una para quien canta la belleza de Dios. Valga la explicación con la siguiente historia.

«Había dos hombres en un pueblo y uno siempre estaba en los lugares públicos y siempre estaba calumniando a sus vecinos y levantando testimonios falsos de sus hermanos del pueblo, y nada más llegar algo a sus oídos lo agrandaba diez veces cuando salía de su boca, y nada más saber algo que dejaba mal a alguien, decía: ya lo sabía… si esto no podía salir bien… Y siempre estaba colérico y los días eran amargos para él y las noches eran tristes. Sólo le escuchaban aquellos que en sus corazones eran iguales que él, y entre ellos se justificaban y no echaban en ver sus torpezas.

Y había otro que todas las mañanas se sentaba en la plaza pública y sonreía a todos y a todos les daba ánimo, y a todos sus hermanos que le pedían ayuda los socorría con el corazón y no pedía nada a cambio. Y cuando se enteraba de algún problema iba y, en silencio, pedía por el que lo tenía para que le vinieran fuerzas y los trascendiera. Y su rostro se llenaba de virtud cuando estas cosas hacía. Y cuando le preguntaban de qué parte sacaba tanta felicidad, él respondía: Cuando levanto mi cuerpo por la noche, no debo nada al día por venir. Cada día me trae lo que necesito y se lleva lo que no necesito. Cuando mi mente quiere volar, me monto en ella, pero nunca la dejo ir sola: éste es el secreto».

El salmo 99 despierta el gozoso recuerdo de nuestro origen: «Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño», y la promesa de Dios con nosotros: «El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades».

Tu vida, tu casa, los que más quieres, tu Jerusalén, puede estar cercada por ejércitos y amenazada por la desolación. Puede que te sorprendan señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; puede que las fuerzas de los cielos sean sacudidas… A lo que hemos de temer es a no vernos sorprendidos por la sacudida del corazón que ha perdido sensibilidad para descubrir la bondad y la fidelidad del Señor. Lucas nos pide cobrar ánimo y levantar la cabeza ante aquello que nos trae liberación. Es posible el adormecimiento del corazón deslumbrado con tanta luz que nos obliga a consumir, y puede ser que la verdadera estrella -no de neón- pase por nuestro cielo y pase desapercibida. No vendría nada mal en esos momentos una sacudida de nuestro cielo.

Dichoso quien entiende que la posesión de un bien no es grata si no se comparte (SÉNECA, Epístolas 6, 4). «Si quieres vivir para ti, debes vivir para otro» (SÉNECA, Epístolas 48, 2)

Hoy se cumplen ocho años de la muerte del obispo Vicente Enrique y Tarancón, creyente y pastor comprometido -con más o menos acierto- en la búsqueda de lugares de diálogo y de tolerancia. Leyó las señales del tiempo que le tocó vivir y aceptó su reto, por eso el Señor lo hizo bueno.

Miguel, cmf

Jueves XXXIV Semana de Tiempo Ordinario

Hoy es 29 de noviembre, jueves de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario.

Al comienzo de este tiempo de oración, ponte en la presencia del Señor. Dirige tu pensamiento hacia él. Haz silencio interior para acercate a aquel que ya está dentro de ti. Expresa tu confianza en su presencia y ofrece este tiempo de silencio y oración.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 21, 20-28):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.»

El futuro es algo incierto, por eso es posible imaginarlo, cargado de calamidades y destrucción. Pero sabemos que no sólo el futuro. También el presente están llenos de muerte, dolor y sufrimiento. La Jerusalén sitiada del evangelio, son todos los lugares del mundo, donde la violencia, la guerra o el crimen amenazan la vida humana. El sufrimiento, el dolor y la guerra, son por desgracia una realidad de este tiempo y de todo tiempo.

El final de los tiempos, no es sólo algo que sucederá al culminar la historia. Para muchos hombres y mujeres, el fin de sus tiempos se producen con textos actuales de violencia, explotación y marginación. El Señor nos invita a afrontar estas situaciones. Levantáos, alzad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación. No podemos asistir a estos acontecimiento con resignada pasividad. El Señor nos invita a comprometernos para que la verdad, la justicia y la paz puedan establecerse.

El Señor Jesús no quiere ocultar las dificultades de la vida. Al leer de nuevo este texto del evangelio de San Lucas, fíjate en el gran contraste de ofrece. Frente al dolor y la violencia del mundo, la promesa de la presencia de Jesucristo que da la fuerza para afrontar la realidad.

Al terminar este tiempo de oración, presenta al Señor tus temores. La desconfianza y el miedo que nos paraliza y nos impide alzarnos con la dignidad de hijos de Dios. Pide al Señor que nos conceda reconocer la liberación que Dios trae al mundo y a cada uno de nosotros.

Dios te salve María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres,
entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

Laudes – 29 de noviembre

LITURGIA DE LAS HORAS

JUEVES, XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 

29 de noviembre

 

LAUDES

(Oración de la mañana)

 

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

 

INVITATORIO

 

Ant. Entrad en la presencia del Señor con vítores

 

Salmo 94

 

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.

 

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

 

Venid, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.

 

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

 

Durante cuarenta años

aquella generación me repugnó, y dije:

Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

HIMNO

 

Alfarero del hombre, mano trabajadora

que, de los hondos limos iniciales,

convocas a los pájaros a la primera aurora,

al pasto los primeros animales.

 

De mañana te busco, hecho de luz concreta,

de espacio puro y tierra amanecida.

De mañana te encuentro, vigor, origen, meta

de los profundos ríos de la vida.

 

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;

tus manos son recientes en la rosa;

se espera la abundancia del mundo a mediodía,

y estás de corazón en cada cosa.

 

No hay brisa si no alientas, montes si no estás dentro,

ni soledad en que no te hagas fuerte.

Todo es presencia y gracia; vivir es este encuentro:

tú, por la luz; el hombre, por la muerte.

 

¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte

dejar tanta hermosura en tanta guerra!

Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte

de haberte dado un día las llaves de la tierra. Amén.

 

 

SALMODIA

 

Ant. 1. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

 

Salmo 79

 

Pastor de Israel, escucha,

tu que guías a José como a un rebaño;

tu que te sientas sobre querubines,

resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés;

despierta tu poder y ven a salvarnos.

 

¡Oh Dios!,

restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

 

Señor Dios de los ejércitos,

¿hasta cuando estarás airado

mientras tu pueblo te suplica?

 

Le diste a comer llanto,

a beber lágrimas a tragos;

nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos,

nuestros enemigos se burlan de nosotros.

 

Dios de los ejércitos, restáuranos,

que brille tu rostro y nos salve.

 

Sacaste una vid de Egipto,

expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;

le preparaste el terreno y echó rices

hasta llenar el país;

 

su sombra cubría las montañas,

y sus pámpanos, los cedros altísimos;

extendió sus sarmientos hasta el mar,

y sus brotes hasta el Gran Río.

 

¿Por que has derribado su cerca

paras que la saqueen los viandantes,

la pisoteen los jabalíes

y se la coman las alimañas?

 

Dios de los ejércitos, vuélvete:

mira desde el cielo, fíjate,

ven a visitar tu viña,

la cepa que tu diestra plantó,

y que tu hiciste vigorosa.

 

La han talado y le han prendido fuego:

con un bramido hazlos perecer.

Que tu mano proteja a tu escogido,

al hombre que tu fortaleciste.

No nos alegaremos de ti:

danos vida, para que invoquemos tu nombre.

 

Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,

que brille tu rostro y nos salve.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 1. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

 

 

Ant. 2. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

 

Cántico: Is 12, 1-6

 

Te doy, gracias, Señor,

porque estabas airado contra mí,

pero ha cesado tu ira

y me has consolado.

 

Él es mí Dios salvador:

confiare y no temeré,

porque mi fuerza y mi poder es el Señor,

él fue mi salvación.

Sacaréis aguas con gozo

de las fuentes de salvación.

 

Aquel día, diréis:

dad gracias al Señor,

invocad su nombre,

contad a los pueblos sus hazañas,

proclamad que su nombre es excelso.

 

Tañed para el Señor, que hizo proezas; anunciadlas a toda la tierra;

gritad jubilosos, habitantes de Sión:

«¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

Ant. 2. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

 

 

Ant. 3. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

 

Salmo 80

 

Aclamad a Dios, nuestra fuerza:

dad vítores al Dios de Jacob:

 

acompañad, tocad los panderos,

las cítaras templadas y las arpas;

tocad las trompetas por la luna nueva,

por la luna llena que es nuestra fiesta;

 

Porque es una ley de Israel,

un precepto del Dios de Jacob,

una norma establecida para José

al salir de Egipto.

 

Oigo un lenguaje desconocido:

«retiré los hombros de sus cargas,

y sus manos dejaron la espuerta:

 

Clamaste en la aflicción, y te libré,

te respondí oculto entre los truenos,

te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

 

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti:

¡ojalá me escuchases, Israel!

 

No tendrás un Dios extraño,

no adoraras un dios extranjero:

yo soy el Señor Dios tuyo,

que te saqué del país de Egipto:

abre tu boca y yo la saciaré.

 

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,

Israel no quiso obedecer:

los entregué a su corazón obstinados,

para que anduviesen según sus antojos.

 

¡Ojalá me escuchase mi pueblo

y caminase Israel por mi camino!

En un momento humillaría a sus enemigos

y volvería mi mano contra sus adversarios.

 

Los que aborrecen al Señor te adularían,

y su suerte quedaría fijada;

te alimentaría con flor de harina,

te saciaría con miel silvestre.»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 3. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

 

 

LECTURA BREVE           Rm 14, 17-19

 

No reina Dios por lo que uno come o bebe, sino por la justicia, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo; y el que sirve así a Cristo agrada a Dios, y lo aprueban los hombres. En resumen: esmerémonos en lo que favorece la paz y construye la vida común.

 

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. Velando medito en ti, Señor.

R. Velando medito en ti, Señor.

 

V. Porque fuiste mi auxilio.

R. Medito en ti, Señor.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Velando medito en ti, Señor.

 

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación y perdónanos nuestros pecados.

 

Cántico de Zacarías. Lc 1, 68-79

 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo.

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas:

 

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

 

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

 

Y a ti, niño, te llamaran Profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tiniebla

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación y perdónanos nuestros pecados.

 

 

 

PRECES

 

Bendito sea Dios, nuestro Padre, que mira siempre con amor a sus hijos y nunca desatiende sus súplicas; digámosle con humildad:

Ilumina nuestros ojos, Señor.

 

Te damos gracias, Señor, porque nos has alumbrado con la luz de Jesucristo;

— que esa claridad ilumine hoy todos nuestros actos.

 

Que tu sabiduría nos guíe en nuestra jornada;

— así andaremos en una vida nueva.

 

Que tu amor nos haga superar con fortaleza las adversidades,

— para que te sirvamos con generosidad de espíritu.

 

Dirige y santifica nuestros pensamientos, palabras y obras en este día.

— y danos un espíritu dócil a tus inspiraciones.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

 

Dirijamos ahora, todos juntos, nuestra oración al Padre, y digámosle:

 

Padre nuestro…

 

 

ORACIÓN

 

Humildemente te pedimos, a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz, que, meditando fielmente tu ley, vivamos siempre en tu claridad. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.