Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo

Señor Jesús,
fue Juan, el Bautista,
quien dijo de Ti que eres
“El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
A cuantos Juan les mostró tu identidad
seguro que la comprendieron perfectamente,
ya que conectaba con lo que vivían:
la Pascua, el cordero,
el recuerdo de la liberación de Egipto…
la historia del pueblo de Dios.

Nosotros tenemos que reconstruir
situarnos en aquellos tiempos para entender
un poco las palabras de Juan.

Tú, Señor Jesús,
eres el Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
Tú eres el que se ofrece voluntariamente
para rehacer la nueva y definitiva Alianza.
Ahí está tu acción salvadora:
Quitar los pecados del mundo
pero sin condenar a los pecadores
sino sentándote a su mesa,
llamando a alguno de ellos
para que fuera tu discípulo
dejándote lavar tus pies por una de ellos.

¡Cuánto me cuesta, Señor Jesús, condenar el pecado
sin condenar al pecador!
No es fácil, mantener el equilibrio.
Y por tanto es imprescindible.
¡Con cuánta facilidad, Señor Jesús, condenamos,
metemos en el mismo saco pecado y pecador.

Tú, Señor Jesús, has venido al mundo
para quitar el pecado del mundo.
Pero también, y sobre todo,
para salvar a los pecadores.
Tú decías de Ti mismo
que eres como el médico;
o sea Tú eres para los pecadores
lo que es el médico es para los enfermos

Gracias, Señor Jesús,
porque quitas mis pecados,
porque me perdonas.

Perdón, Señor Jesús,
por todos mis muchos pecados
que has cargado sobre tus hombros.

¿No podría yo ayudarte… empezando
por tratar de no caer en el pecado?
¿No podría yo ayudarte
haciendo que en mi mundo
haya menos pecado:
menos egoísmo,
menos mentira,
menos avaricia,
menos injusticia,
menos olvido de Dios,
menos consumismo…
y más amor a Dios
y más amor a los hermanos,
a todas las personas?

Por otra parte el Bautista dice también
con un tono de gran solemnidad:
“Yo he visto y doy testimonio que este
es el Hijo de Dios”

Tú, Señor Jesús,
que estos días te hemos recordado
naciendo en un portal,
envuelto con unos pañales
y recostado en el pesebre
porque no había sitio para Ti…
TÚ ERES EL HIJO DE DIOS.
Así como suena.
En medio de la humildad
grande del mundo
tenemos al Hijo de Dios y de María.

Gracias, Señor Jesús,
por tu manera de hacer las cosas,
tan diferente a como las solemos hacer nosotros.

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