El Señor anuncia por tercera vez a sus discípulos su Pasión. Vuelve a profetizarles su Muerte y su Resurrección.
La perspectiva del Reino podía deslumbrar a los apóstoles y hacerlos pensar en un poder temporal y en un camino fácil, en que estuvieran ausentes los sacrificios de la Cruz.
Jesús les anticipa lo que vendrá. Prepara el ánimo de los apóstoles para que cuando llegue esta prueba recuerden que Él la había profetizado, y este recuerdo les ayude a superar el padecimiento.
El Señor anuncia su Pasión con todo detalle.
Todas las manifestaciones de piedad de la Cuaresma nos encaminan hacia la Resurrección, que es el fundamento de nuestra fe.
Pero debemos recorrer y meditar este camino sin prisa, porque no podremos participar de la Resurrección del Señor, si no nos preparamos para unirnos a Él durante su Pasión y su Muerte en la Cruz. Y nos preparamos para unirnos a la Cruz del Señor mediante la oración, mediante el ayuno y mediante las obras de caridad que hacemos hacia nuestro prójimo. Oración, ayuno y limosna marcan nuestra participación cuaresmal.
Los hijos de Zebedeo son Santiago el Mayor y Juan. Su madre, Salomé, pensando en la instauración inminente del reino temporal del Mesías, solicita para sus hijos los puestos más influyentes. Cristo los reprende porque desconocen la verdadera naturaleza del Reino de los Cielos, que es espiritual; y porque ignoran la verdadera naturaleza del gobierno de la Iglesia que iba a fundar, que es servicio a los demás.
Jesús se dirige a los hermanos y les pregunta si pueden compartir con El su cáliz, su misma suerte. Ellos respondieron ¡Podemos!. Era la palabra de la disponibilidad, de la fuerza: Una actitud propia de quienes aceptan ser apóstoles del Señor.
Jesús aceptó la respuesta generosa de sus los dos discípulos y les dijo: Mi cáliz si lo beberán, participarán en mis sufrimientos y completarán en ustedes mi pasión.
Desde que Cristo nos redimió en la Cruz, todo sufrimiento cristiano consiste en beber el cáliz del Señor, participar de su Pasión, Muerte y Resurrección. Por medio de nuestras contrariedades y de nuestros dolores, llevados con amor, completamos en cierto modo su Pasión.
Durante esta Cuaresma ofrezcamos al Señor nuestras oraciones, ayunos y limosnas, y todos los sufrimientos que se nos presentan en nuestra vida diaria, como medio para participar de Pasión de Nuestro Señor.